lunes, 17 de diciembre de 2012

Diego Ibarra: "Volver a ver reír a los niños que vienen de países en guerra no tiene precio"

Diego Ibarra Sánchez sabe mejor que nadie las consecuencias de una guerra, pues su dedicación a la fotografía documental se ha especializado en los horrores que se viven una vez que un territorio ha sido arrasado y su población olvidada. El fotoperiodista se ha recorrido numerosas zonas de conflicto para dar voz a aquellos que no la tienen y denunciar las criminalidades que se cometen contra civiles en las batallas armadas donde se pierde más de lo que se gana, al menos aquellos países que están sumidos en la más devastadora pobreza. Premiado en incontables veces por su contribución a la fotografía, Diego Ibarra se consagrado como uno de los mejores periodistas españoles que viven el día a día de familias rotas, de mujeres castigadas por la sociedad o de niños huérfanos que no cejan en su empeño de dar algún día con unos padres que nunca volverán. 


Diego Ibarra Sánchez. Fotografía de Ethel Bonet.

Ana Ortega. ¿Por qué elegiste el fotoperiodismo como profesión?

Diego Ibarra. A los catorce años tuve mi primera cámara. Aunque me puse a estudiar periodismo, un par de año antes de finalizar mis estudios ya sabía que quería contar historias a través de la luz. Poco a poco, continué formándome y aún sigo buscando mi estilo y aprendiendo con cada historia que me regalan.

A.O. Tu trabajo fotográfico se centra en documentar las consecuencias que un conflicto armado deja en la población. A la hora de conseguir que esas personas que están sufriendo confíen en ti, ¿cómo lo consigues?

D.I. Con tiempo, paciencia y ganas de escuchar los testimonios que la gente te regala. Lamentablemente, muchas veces no se dispone de mucho tiempo para profundizar tanto como te gustaría.


Serie Crónicas del Monzón. Imagen de Diego Sánchez. 

A.O. ¿Qué preparación necesita un fotoperiodista que se mueve en zonas de conflicto?

D.I. Creo que es necesario tener unas bases e ir preparado. La documentación es importante: hay que conocer la zona en la que estás trabajando. Y los cursos de primeros auxilios pueden ser vitales en determinadas situaciones. Creo que ninguna zona se parece a otra. Cada una guarda unas rasgos culturales. Son distintas. También es recomendable disponer de contactos tanto locales, como dentro del grupo de editores gráficos. Muchas veces se cree que lo difícil es ir a los sitios, pero además hay muchas dificultades para poder mover el material rescatado de un viaje.

A.O. ¿Qué es, a tu parecer, el periodismo humano?

D.I. El periodismo es por y para personas. Entiendo el periodismo o la fotografía documental como herramientas de difusión de realidades desde el respeto. A veces se olvida que detrás de los números de las estadísticas hay personas, vidas, realidades que sufren.

A.O. ¿Por qué tu blog se llama Historias Mínimas?

D.I. El blog viene a raíz de mi etapa en Argentina. Decidí llamarlo “Historias Mínimas” porque la vida la conforman esas pequeñas historias.


Un padre que ha perdido a sus cuatro hijos en el mar. Serie Fishermen. Imagen de Diego Ibarra. 

A.O. ¿La fotografía sirve para cambiar el curso de la historia de un conflicto?

D.I. La historia nos ha enseñado los distintos usos de la fotografía y de cómo, en ocasiones, ha servido para justificar acciones (fotografías de las fábricas de arsenal químico en Iraq) o hacer propaganda. Pero también sirve para mostrar esas realidades y que no caigan en el olvido. Teóricamente el hombre debería aprender de sus errores pero se empeña en no mirar las consecuencias de los desastres de la guerra.

A.O. Te has establecido permanentemente en Pakistán, un país que has recorrido en muchísimas ocasiones en compañía de tu cámara. ¿Cuál es el día a día que se vive allí y que quizá no viste cuando solo estabas de paso?

D.I. Me mudé a Pakistán en 2009 y durante estos años he tenido que combinar la fotografía con la televisión. Pakistán es un país que vive a diario su particular 11-S por el papel geoestratégico que juega, la rampante corrupción, la alarmante brecha social entre las clases favorecidas -una minoría- y los desfavorecidos, el analfabetismo y la amenaza del extremismo religioso. Es un tipo de violencia más soterrada y pasa más desapercibida que la que viví en Libia. Juega a otro nivel. Aunque las marcas en la población civil son parecidas.

Resido en Islamabad. Es una ciudad cómoda, verde, tranquila. Es un burbuja perfecta, un oasis. Como fotógrafo extranjero tengo muchas restricciones que limitan mis movimientos pero no puedo comparar mi situación con la de los periodistas locales, especialmente aquellos que viven y trabajan en las áreas tribales. Según los informes que publica Reporteros sin Fronteras, Pakistán continua en el top ten de la lista de países peligrosos para periodistas locales. Es una realidad.


Mujeres quemadas a sí mismas para huir de sus realidades. Fotografía de Diego Ibarra. 

Las mujeres y los niños son el colectivo más dañado en las guerras. Imagen de Diego Ibarra.

A.O. Es muy interesante la colección fotográfica Lebanon smiles again, realizada en el Líbano, con la ONG Payasos sin fronteras. Cuéntanos cómo se realizó este proyecto y de la sensación que te quedó tras ver la felicidad en sus rostros.

D.I. El proyecto fue posible gracias a Samuel Rodríguez que me propuso documentar durante unas semanas el trabajo que hacen Payasos Sin Fronteras. Era mi primer viaje a Líbano. El potencial humano del equipo de Payasos fue increíble. Denguito” (Albert Grau) con su humor; “Peshosho” (Moi Queralt) con su talento musical; “Birutilla” (Christian Olivé) con sus malabares y “Fufur” (Oriol Liñan) con sus trucos de magia y David a los mandos de la furgoneta. Volver a ver reír a los niños que vienen de países en guerra no tiene precio. Por un momento vuelves a ver brillar sus ojos.



Serie Lebanon smiles again. Fotografías de Diego Ibarra.

A.O. ¿Crees que la figura del fotoperiodista de guerra está mitificada tal y como la han idealizado románticamente durante muchas décadas el cine y la literatura?

D.I. Creo que está un poco mitificada. Fueron tiempos pasados, dorados. Pero difícilmente creo que vuelvan, pese a futuras evocaciones románticas en formato celuloide. Cada vez quedan menos corresponsales que sigan manteniendo las condiciones de las que antes gozaban. Prima la velocidad, la inmediatez, el abaratamiento de los costes..., en detrimento de la remuneración y valoración del profesional de la comunicación, así como de la calidad y profundidad de las historias. Los medios internacionales sí continúan manteniendo y apostando estas figuras. Lamentablemente, España no es un buen mercado si se quiere sobrevivir trabajando en el extranjero. A veces ni te contestan a los mails. La comunicación brilla por su ausencia. El cable de las agencias es cómodo, fácil y barato.


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