lunes, 10 de diciembre de 2012

Delmi Álvarez: "La guerra es un negocio que los gobiernos alimentan de muchas maneras

Delmi Álvarez es fotoperiodista documental de asuntos sociales y derechos humanos. Sus raíces familiares han marcado sus ganas de moverse por el mundo y, aunque ahora está afincado en Bruselas, siempre está viajando por todo el mundo en busca del instánte irrepetible. De su abuelo Fernando Jiménez Ortega, que vivía en Jorairátar, Granada guarda un gratísimo recuerdo, ya que fue un poco quien le marcó a iniciar un recorrido por los pueblos pequeños en busca de inmigrados como él. El fotoperiodista se encuentra estos días en el proyecto de fotoperiodismo Ráfagas para hablar sobre la educación que proporciona la fotografía y la acuciante necesidad de impone una ética en la profesión periodística. 

Sus inquietudes por mostrar la verdadera realidad de lo que pasa han convertido a este fotoperiodista en uno de los más requeridos en el ámbito docente, ya que sus experiencias profesionales y personales muestran el día a día de un fotógrafo freelance que tiene que luchar contra la precariedad laboral que sufren los periodistas y reporteros gráficos de la actualidad para enfrentarse a innumerables riesgos para contar la verdad, algo que nunca se debe olvidar en el ejercicio periodístico. Junto a ello, su buen humor y optimimismo ante las pequeñas cosas de la vida, como la Fórmula 1, hacen de este artista una persona inquieta, curiosa y comprometida con lo que le rodea. 


Ana Ortega. Comenzaste estudiando Geografía e Historia pero tu futuro profesional se ha  acabado perfilando en el mundo de la fotografía. ¿Por qué se produjo este cambio de orientación académica y profesional?

     Delmi Álvarez. En 1975 las cosas eran bien distintas y estaba estudiando en el mismo instituto que algunos de los músicos de la Movida viguesa. De aquel instituto salieron muchos “jóvenes rebeldes” que queríamos cambiar el mundo o por lo menos intentar vivir en un mundo mejor. En realidad estudiaba COU y me puse a trabajar por las noches y días libres reparando lámparas y sistemas eléctricos en salas de fiesta o en casas de particulares para ahorrar algo y viajar. Siempre me gustó estudiar pero en la Transición española estudiaban los ricos y los que podían.

     A.O. El proyecto Diáspora Gallega  te ha llevado por numerosos continentes para documentar el éxodo de los gallegos por todo el mundo. ¿Qué te llevó a iniciar este proyecto y qué buscas transmitir mediante la fotografía? ¿Tiene que ver con tu propia emigración y la de tu familia?

D.A. Parte de mi familia estuvo en la emigración en Alemania, mis abuelos en Cuba, y luego me uní a ellos para no perder la tradición. Comencé el proyecto en la navidad de 1989, que era cuando disponía de tiempo y poco a poco el proyecto se fue haciendo más grande. Después de 20 años (2009) publiqué un libro que editó el Gobierno bipartito de la Xunta de Galicia pero como perdieron las elecciones el libro nunca se llegó a presentar en público. De los 500 ejemplares que imprimieron no he sabido nada, excepto de unos cuantos que me enviaron en cajas de cartón a Riga, Letonia que llegaron rotos.

Galegos na Diáspora es un proyecto documental, un homenaje a los hombres y mujeres que salieron de Galicia un día hacia el mundo. Miles de ellos y ellas nunca volverían a Galicia. Espero que algún día reconozcan este trabajo en memoria de ellos y ellas. Cualquier diáspora es siempre dura, da igual de que pueblo proceda, es muy duro tener que aceptar el irse de tu pueblo o país para empezar otra vida sin los referentes culturales o sociales. Lo bueno que tuvo la diáspora gallega en América fue la gran unión que existió entre los emigrantes, se mantuvo el arte y la lengua mucho mejor que en la propia Galicia, y se exportó cultura gallega a todo el mundo desde donde estuvieron. Los emigrantes ayudaron a construir escuelas y hospitales en su país y enviaron dinero en millones para que los que se quedaban obtuvieran educación y garantías sociales. Se merecen eternamente un reconocimiento popular.


Serie Diáspora Gallega. La primera imagen fue tomada en Cuba, la segunda en Venezuela. Fotografía de Delmi Álvarez

A.O. ¿Consideras que las guerras son un negocio?

D.A. Son una locura, organizada por locos. Por más que hablemos de paz los humanos no llegamos a entendernos. Sí, son un negocio para unos pocos. Mucho que hablar aquí pero llevaría horas, días, meses, años… y nada cambiaría. De hecho nada ha cambiado en todo este tiempo, las guerras siguen naciendo en cualquier parte como hongos o setas y es un negocio que los gobiernos alimentan de muchas maneras. Seguimos necesitando de gente que luche contra las matanzas de personas que no tienen relación con los conflictos y los niños y mujeres son siempre los más perjudicados.

A.O. Has estado en Ráfagas, un proyecto celebrado en Galicia sobre los conflictos bélicos, el periodismo ético y el fotoperiodismo actual. ¿Qué impresión has sacado de todo lo que se ha abordado en estos debates?

D.A. Ráfagas ha sido un gran encuentro para la disertación y el pensamiento. Lástima que los medios no le dieran la importancia que se merece.

A.O. ¿Es difícil mantener la independencia dentro de este sistema tan mediatizado e interrelacionados con los poderes económicos y políticos?

D.A. La independencia de uno mismo como fotoperiodista comprometido nunca se debe perder y es importante mantener una  relación con la realidad que se vive. No comparto demasiado que el fotoperiodismo y el periodismo vayan a desaparecer, lo que creo que sucede es que existe un avance tecnológico que no puede parar ni volver la vista atrás. La era digital se come cualquier cosa que no quiera integrarse en el avance imparable de la tecnología. Cambian las herramientas para informar y hay entenderlo así, como un progreso, pero los más peligroso es cuando los políticos usan los medios para fomentar sus ganancias, y ya nadie cree en ellos. 

El pueblo debe despertar y rebelarse contra este sistema neoliberal que no crea progreso, solo enriquecimientos personal. No digo nada nuevo que no sepamos, solo hay que asomarse a la ventana y ver como está España. El que diga lo contrario es que vive muy bien y no es solidario con el resto que vive mal. Cada día hay más pobres pero también más ricos.



Serie Meninos de Rua que relata la vida de los niños del Salvador de Bahía, en Brasil. Imágen de Delmi Álvarez.

A.O. Son numerosas las veces que has impartido clases sobre fotoperiodismo, fotografía documental o historia visual. ¿Qué valores y experiencias intentas transmitir a todos aquellos que te escuchan?

D.A. Educar es importante y a través de las conferencias que he impartido me siento transmisor de lo que he aprendido, pero también estoy en continuo aprendizaje, sino estaría muerto. Adoro a la gente joven que desea escuchar y también deseo escuchar y aprender. De pequeño escuchaba a mi abuela constantemente, era una campesina sabia que viajó a Cuba en un barco velero con cientos de personas. Muy duro aquello. Mi abuelo materno era de Jorairatar en Las Alpujarras, y tenía grandes ideas pero lo perdió todo con la guerra.

A.O. Además de fotógrafo te mueves en el mundo de la producción y dirección de documentales. Me gustaría que me hablaras de Himbas, lucha por sobrevivir.

D.A. La historia de los Himbas es un proyecto comenzado al inicio del 2000, y con este documental que todavía no he acabado quise denunciar al mundo la situación de un pueblo en Namibia que está siendo subyugado y maltratado. También son emigrantes dentro de su propio país y pienso que en unos años desaparecerá.


Serie Himbas, una lucha por sobrevivir. Imágenes de Delmi Álvarez

A.O. ¿Por qué los medios de comunicación ocultan de las agendas informativas las realidades que se viven en continentes etiquetados como pobres?

D.A. La pobreza es un mal social difícil de erradicar sin la voluntad de los políticos. Estos se aferran al poder porque nosotros les votamos y luego utilizan ese poder que les concedimos a su antojo y al de otros intereses. Los medios de comunicación son la Voz de su amo, hay pocos medios que sean independientes, ya que se deben al poder que los mantiene, y nunca hablarán mal de ellos y por ese motivo y otros no los hace independientes. Decir la verdad de las cosas ya no se estila, ahora se miente tanto como se puede y les dejamos.


Prisión turística de Karostas, en Letonia. Se trata de un hotel en el que los alojados podrán sentirse como prisioneros mientras dure su estancia. Fotografías de Delmi Álvarez, en la serie que lleva el mismo nombre.

Fuentes: Delmi Álvarez, página personal de Delmi Álvarez, blog personal del fotoperiodista, facebook del fotógrafo, material fotográfico cedido por Delmi Álvarez en papel estraza, Jornadas Ráfagas, Farodevigo.com

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